La "cultura segoviana" domesticada / "lo segoviano" ingobernable

Opinión- Actualidad Metropolitana

Por: Juan Gabriel Torres  

Artista Plástico – Gestor Cultural

Instagram: @juantorresvisual



Lunes 29 de abril de 2024


 


No hay buena o mala cultura, y si tal cosa fuera posible, que no lo es, debemos aceptar que son dos caras de la misma cosa.




 

En muchos sentidos lo que se entiende por cultura en el municipio, se quedó en imaginarios obsoletos que la alejan de nuestra vida. Por una parte, la idea de cultura con mayúsculas, que permanece en un estatus en el que sus vástagos y producciones miran por encima del hombro a cualquier otra actividad humana. Una Cultura más vinculada con las Bellas Artes, puesta sobre un pedestal de mármol que la extrae de la vida cotidiana. 


En “la remodelación” del Monumento al Minero en el Parque Principal de Segovia, al circundarlo en piedra lisa, no la que cincela el minero, lo arroparon con cierta solemnidad aséptica —que por suerte algunos niños se atreven conquistar, no sin severos señalamientos por parte de la comunidad— alejándola del carácter edificante y de apropiación para la cultura minera que sí generaba antes de la in-tención de embellecimiento. 


Por otra, una cultura como mercancía que, si bien, produce cierta democratización porque integra muchos más lenguajes para permitir el acceso a un mayor número de personas, sacrifica la cultura al campo del ocio y, por lo tanto, al de lo secundario, de lo que se puede prescindir —Hace 7 años, más o menos, que se cerró la Casa de la Cultura Tierradentro y su nueva construcción ahí… bien… gracias…—. Tanto una idea como la otra producen un efecto nefasto para el quehacer artístico y para las posibilidades de acceso simbólico de las y los segovianos, porque ubica lo que se entiende por cultura en un orden distinto del de las cosas que suceden en nuestro día a día, haciendo de ella algo extraordinario y separado de la vida cotidiana de nuestra comunidad.


La idea de la cultura como “lo culto” se ha ido instalado sistemáticamente por años, condicionando las ilimitadas posibilidades de la cultura latinoamericana a las formas euro-centristas de las clases dominantes. La cultura segoviana, solo por poner un ejemplo, frecuentemente se ve asediada por el viejo fantasma de la inservible, arcaica y dañina cultura cívica, que como dijimos en otro artículo, busca domesticar al pueblo en la obligación, los deberes, el acatamiento y la sumisión. ¿Y si, donde señalamos como vulgar, inculto o “popular” lo que queda por fuera de esta, porque se aleja de la moral y las buenas costumbres y por lo tanto es deleznable, proponemos acciones —con el capital humano que tenemos hoy en Segovia—  que promuevan otros relacionamientos ciudadanos y el cuidado de sí, del otro y de lo otro como una manera de convivir en la heterogeneidad que somos?


La cultura no es solo el Sector Cultural que la compone. Ni los imaginarios sobre “farra”, violencia o brujería en los que se sustentan algunos intereses mediáticos y económicos para favorecer los discursos de odio con los que se nos señalan —nos señalamos— a los segovianos de manera general. 


La cultura no es solo la creación artística que incipientemente se les pide a las monitorias, a las que además les delegamos, en su orfandad conceptual, la responsabilidad de llevar “procesos”, sin preguntarnos por el efecto transformador que tiene, en sí mismo, el acceso a lo artístico más allá de los aprendizajes técnicos en danza, teatro o artes plásticas. 


La cultura no es solo la cultura minera de la que se sirven, por su tenacidad, los reclamos reivindicativos de las pequeñas economías para hacerle frente a la arrolladora extracción a gran escala de las multinacionales. Ni la contracara de derroche que se le atribuye. 


La cultura no es solo la diversidad afro, indígena o campesina que nos fortalece como sociedad, aunque nos autoimpongamos la blanquitud —otra vez euro-centrista—, de la que habla el filósofo latinoamericano Bolívar Echeverría, para desconocerla en la complejidad de su acervo. Ni la actitud neocolonial con la que nos atrevemos a proponer, por ejemplo, una “política pública afro” sin hacer lecturas adecuadas de los territorios, con vacíos conceptuales, exclusión velada y lugares comunes que no atañen a la realidad local de la comunidad negra a la que la mayoría no pertenecemos.


La cultura no es solo ir sin casco de protección en la moto por el calor, hacer piques en la vía pública afectando a los transeúntes o promover remates sin considerar a los vecinos. Ni justificar con expresiones como “el vivo vive del bobo” o “depende del marrano” el hecho de pasar por encima de otros para alcanzar un objetivo egoísta o para sobre costear un producto o servicio.


La cultura no es solo la Editorial Puerta Abierta, el Café y Arte de la Calle la Reina, el Colectivo Audiovisual Bajo Tierra, la Academia Danzary, El Teatro Kusgareda Barini, El Club de Tertulia Alquimia o el de Lectura Ámela. Ni las diferentes corporaciones artísticas, grupos de música y teatro, cantantes, escritores, poetas, bailarines, melómanos de la salsa y profesores de prácticas artísticas, Bandas Musico Marciales, El Comité del Carnaval y el Pre-Carnaval de la Gigantona, La organización de la Fiesta de la Virgen, Expo Joyas, Segovia Moda, Expo Tatuajes, El Marraflow, los Juegos Tradicionales de Borbollón o El Colectivo LGBTI con toda su producción artística, entre otros. Que se autogestionan vigorosamente en el territorio. 


La cultura es todo lo que somos y hacemos. Sin juicios de valor. Comprende, entre muchas otras cosas, las formas de vida, el lenguaje, la literatura escrita y oral, la música y las canciones, la comunicación no verbal, los sistemas de religión y de creencias, los ritos y las ceremonias, los deportes y juegos, los métodos de producción o la tecnología, el entorno natural y el producido por el ser humano, la comida, el vestido y la vivienda, así como las artes, costumbres y tradiciones, por los cuales individuos, grupos y comunidades expresan su humanidad, y el sentido que dan a su existencia, y configuran una visión del mundo que representa su encuentro con las fuerzas externas que afectan a sus vidas. La cultura refleja y configura los valores del bienestar y la vida económica, social y política de los individuos, los grupos y las comunidades. (CDESC, 2009, párr. 13).


Después de todo, para hacer alguna aproximación a la cultura segoviana, móvil y por lo tanto escurridiza, debemos descartar definiciones morales, unívocas o fijas. Hay que irla develando capa por capa e ir encontrando maneras propias que nos ayuden a configurarla, a movilizar “Lo Segoviano” como un Sistema Cultural que nos permita, a nuestro propio ritmo y saber, averiguar los sentidos de lo que somos aquí y ahora, de lo que hemos sido en el pasado y de lo que queremos llegar a ser como sociedad. 

Dicho Sistema Cultural nos debe permitir, precisamente, transformar en el imaginario de la gente la cultura como excepción y dejar de creerla como algo extraordinario para incorporarla como algo ordinario, en el sentido de una cultura común y corriente, es decir, compartida y cotidiana. 


Un Sistema Cultural propio nos abre la posibilidad de acceso no solo a grandes obras o productos artísticos —que también son necesarios—, sino a la promoción de las propias producciones simbólicas. Dicho de otra manera, debemos democratizar el entendimiento de la cultura como un sistema de producción, que pertenece a todos y a cualquiera, para comprender e incidir en lo que nos sucede, darle sentido e intervenir el espacio social que producimos como segovianos. 

Es importante insistir en que la cultura, vista como lo extraordinario, sigue evidenciando las desigualdades de nuestra sociedad. Los ingresos familiares, el nivel educativo, el género, la etnia, la discapacidad o la localización geográfica son determinantes para quien puede participar en dicha cultura y quien puede hacerla su profesión. 


En Segovia no todos pueden llegar a las clases de música porque les falta lo del pasaje. También pasa que para continuar con la formación profesional en cualquier área artística se deben desplazar a otra ciudad con todos los costos, aislamiento y desasosiego que ello implica. 


El modelo actual de política cultural, que se promueve desde el Departamento o el Ministerio de Cultura, no ha sido capaz de reducir estas desigualdades, muy por el contrario las ha exacerbado direccionando recursos comunes hacia quienes ya tienen facilidades de acceso y/o entran en el dispositivo tradicional de las Bellas Artes, afectando de soslayo la diversidad y representatividad de los imaginarios locales hacía el mundo. 


Solo a partir del actual Gobierno Nacional entraron en las becas o los estímulos de MinCultura algunas propuestas segovianas.


Por eso, es fundamental que trabajemos en promover un Sistema Cultural equitativo. En el que los recursos y capacidades culturales no sean un privilegio, entendiendo que donde decimos “Sistema Cultural” nos referimos a una política cultural, que tenga una dimensión crucial como política redistributiva y como política social. Así mismo, es necesario repensar el rol de las instituciones en el marco de los derechos culturales, abordando la participación de la sociedad civil organizada y no organizada, los recursos y la discusión necesaria sobre “Lo Segoviano”, no para definir qué es la cultura en Segovia sino para producirla, para gestionarla y para movilizar, desde el quehacer de cada uno, las prácticas que le afectan. Y lo que surja de ahí, pueda multiplicarse y proliferar, pero, sobre todo, cuestionar al establecimiento. Porque es el cuestionamiento de lo establecido lo que mantiene viva y en movimiento a la sociedad a la segoviana.


No hay buena o mala cultura, y si tal cosa fuera posible, que no lo es, debemos aceptar que son dos caras de la misma cosa. 


Debemos dejar claro aquí, que la importancia de un Sistema Cultural construido desde una narrativa propia, para configurar “Lo Segoviano”, no radica en fabricar automáticamente una sociedad mejor, sino en que permite ensanchar la cultura existente, cuestionar las verdades establecidas que no nos favorecen en la actualidad y ampliar la mirada de lo que conocemos como realidad para mantenerla en tensión y que permanezca siempre abierta a otras posibilidades. 


En “Lo Segoviano” debemos asegurar la redistribución de los recursos, no solo económicos, para garantizar la participación de cada persona en la construcción de esos significados comunes que nos van a permitir reconocernos y reconocer toda la fuerza ingobernable que somos. Y que al  encausarla hacia la consolidación de un Sistema Cultural de lo propio, nos impulse permanentemente. Nos permita un diálogo constante y crítico sobre nosotros mismos, que nos incite a cuestionarnos, a revisarnos y a proponer nuevos horizontes de posibilidad.


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