Actualidad Metropolitana- Inteligencia Artificial
Por: Actualidad Metropolitana
13 de septiembre de 2025
En la era digital en la que vivimos, la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en una compañera cotidiana. Sus posibilidades parecen infinitas: desde asistentes virtuales que nos ayudan a organizar la agenda, creación de imágenes y videos realistas, hasta sistemas capaces de diagnosticar enfermedades con gran precisión. Sin embargo, este escenario también nos invita a una reflexión profunda: ¿cómo distinguir lo real en medio de tantas creaciones artificiales?
La IA tiene un potencial enorme para apoyar el trabajo de las personas. Pensemos, por ejemplo, en un docente que utiliza plataformas de IA para diseñar materiales didácticos personalizados según el ritmo de cada alumno. O en un médico que, gracias a un sistema de análisis de datos, puede detectar patrones en radiografías y dar un diagnóstico más rápido, salvando vidas. Incluso en el ámbito artístico, un fotógrafo puede valerse de herramientas digitales para optimizar sus imágenes sin perder su mirada única y creativa.
Estos ejemplos muestran que la tecnología no es enemiga de lo humano, sino un recurso que puede potenciar nuestras capacidades. No obstante, el riesgo está en olvidar que detrás de cada avance debe existir una decisión consciente y ética. Las máquinas generan, calculan y reproducen, pero lo real –el contacto humano, la empatía, la autenticidad de una experiencia vivida– sigue siendo insustituible.
Reconocer lo real en medio de la IA significa valorar aquello que nos hace irrepetibles: la capacidad de sentir, de crear desde la intuición, de equivocarnos y aprender. Es aceptar que, aunque una aplicación pueda escribir una canción o redactar un informe, la profundidad de nuestras emociones y la riqueza de nuestras relaciones humanas no puede ser replicada por ningún algoritmo.
La inteligencia artificial seguirá creciendo y acompañándonos en distintos ámbitos. El reto está en usar estas herramientas como aliadas, sin perder de vista que lo esencial sigue naciendo de lo humano. Porque lo real no se programa: se vive, se comparte y se reconoce.
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