La tierra, el hogar que
debería albergar a todos bajo la igualdad, sus características físicas (terrestre
y rocoso) no deberían ser las características de quienes la habitan. Niños que juegan en una superficie sólida y
activa, con montañas, valles, cañones y llanuras. Niños que siembran el café, cultivan
y sueñan. Niños que leen y otros que por desaventura nunca han tenido el placer
de acariciar la pasta de un libro, un buen libro.
El niño, la tierra y los
libros conmemoraciones casi en vano, contaminados por el conflicto, por la
falta de responsabilidad del humano de saber cuidar lo propio y proteger al
otro. Hoy, bajo el descuido y el crecimiento de la población, la explotación de
recursos naturales para responder al modelo económico de 'usar y tirar', el
cambio climático, la acidificación del mar y la pérdida de biodiversidad, las razones
por las que hemos dañado nuestro hogar.
Y si, a nuestros niños les
estamos dejando no sólo la inconciencia frente a la importancia del cuidado del
Medio Ambiente, sino que también hemos tecnologizado el conocimiento, les
quitamos la magia de las palabras para que puedan conocer el mundo y sus realidades.
Adicional, les dejamos un mundo, una tierra con más enfermedades respiratorias,
asma crónicas y alergias como parte de su diario vivir. No nos importa explicar
de dónde provienen. Por cierto, son causadas en su mayoría por la cantidad de
partículas que están suspendidas en el aire y a los gases contaminantes
emitidos por las industrias y los autos.
La herencia de una tierra
con muchas guerras y pocos libros, ataques directos al Medio Ambiente, a la educación,
al conocimiento del mundo exterior. Este es el lugar donde se desarrollan los
combates y los ataques, donde los sitios son utilizados para probar las armas
con las que pueden matarse unos a otros. Vivimos en la tierra, con nuestros
niños, con libros en estanterías (privilegiados quienes los tienen y leen)
donde el impacto de los daños medioambientales que se infringen no suele ser
tenidos en cuenta, donde las guerras “acaban”, y “la paz” para los habitantes viene
acompañada de aguas tóxicas, bombas sin explotar, tierras de cultivo
envenenadas y destruidas y cientos de secuelas más.
Andrea Ochoa Restrepo
Directora AM
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