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lunes, 29 de julio de 2024

NO TENGAN MIEDO, LA GIGANTONA NOS CUIDA

Opinión- Actualidad Metropolitana

Lunes 29 de julio de 2024


Por Juan Gabriel Torres  

 

Hasta ahora no se han puesto en evidencia ciertos conflictos colectivos asociados a la “cultura cívica” que permanecen en algunos grupos o sectores del municipio, que desprecia El Carnaval de la Gigantona por la mugre y el derroche que exhibe. Aunque, no obstante, asiste al Pre-Carnaval porque esta instaurado dentro de un “espectáculo de lo bello” más cercano a la mímesis aristotélica.




 

 “Se entiende por mímesis, dentro de una obra trágica, la imitación de las acciones de los hombres, pero no de cualquier hombre, sino de los hombres virtuosos.”

 

Y aunque por fortuna esa mirada al parecer favorece la gestión de recursos, amplía la participación a más grupos sociales y se plantea como un rito de paso de los más jóvenes al verdadero carnaval, no es lo que nos ocupa. Nos interesa aquí proponer una reflexión que, de alguna manera, valide al Carnaval de la Gigantona dentro de un sistema cultural del que depende “El Pueblo Segoviano” porque lo moviliza de muchas maneras. 

 

Ya el informe del Centro Nacional de Memoria Histórica sobre El Carnaval de La Gigantona[1] introdujo que El Carnaval “permite transitar el conflicto y la guerra hacia la reparación, la reconciliación y la no repetición a través de la relación entre memoria, ritual, resistencia y territorio”. Ahora, quisiéramos poder demostrar que es por la necesidad de establecer unos sistemas que contribuyan al fortalecimiento de relaciones entre comunidades tan heterogéneas como la nuestra, en dónde manifestaciones como El Carnaval de la Gigantona se consolidan. 

 

La tradición minera ha logrado, entre muchas otras cosas, condensar en el territorio diferentes influencias y mestizajes. Los segovianos somos un pueblo con una tradición de violencia, población flotante y exclusión promovida por los proyectos sociales y religiosos en la búsqueda de una identidad social homogeneizadora. Sin embargo, por experiencias como la de la masacre de 1988, aprendimos a convivir en la diferencia, con lo trágico y el compromiso con la vida. Aunque eso no se haya evidenciado explícitamente.

 

“Durante esas 6 horas arañamos la tristeza y le hacemos un huequito a la alegría” 

(Jaime Mongo) 

 

Toda esa heterogeneidad demanda manifestaciones culturales que operen como una “amalgama” de las relaciones humanas, para neutralizar el miedo, al extraño, al diferente, “al otro que no soy yo” y facilitar el tránsito fluido por un territorio complejo por las violencias, la explotación colonial de las multinacionales y las riesgosas labores mineras. 

 

Amalgama: Unión o mezcla de cosas de naturaleza contraria o distinta.

 

 

La Gigantona es un proceso de colectividad que desestabiliza de diferentes maneras el sentido moral dominante en la comunidad, al promover un sistema de relacionamientos en el que los participantes/espectadores operan maneras, entre realidad y juego, de colectividad que se opone a las relaciones funcionales para el capitalismo, jerárquicas y todopoderosas de la vida cotidiana. 

 

Durante un recorrido que puede durar hasta 6 horas, los comportamientos, gestos y palabras se le liberan del poder de cualquier jerarquía (condición, cargo, edad, estrato social, etc.) que normalmente nos determina en la vida, para volvernos juguetones e impertinentes. La impertinencia y la posterior pestilencia del carnaval son categorías especiales dentro de lo que se concibe como carnavalesco del mundo, dice Bajtín. (1979/2004, pp. 179-180).

 

En la Gigantona hay mecanismos de distensión que garantizan la salud general del pueblo y en sus  rituales festivos permanece una tradición cultural viva que refleja las formas de vida, éticas y cosmovisiones del “Pueblo Segoviano”, que se evidencian  en elementos, sean evidentes o no, que se han ido sumando y apropiando en y desde el inconsciente colectivo de Segovia: “El duelo” cuando se hace un minuto de silencio y se brinda por los que ya no están. “El moresco” en una clara alusión a la sangre, a la muerte, para reconciliarnos con la efímera existencia y encontrar el regocijo juntos. “El sacrificio ritual”, porque al hacer parte de la transgresión del límite social impuesto, la mugre, “el daño” posterior es el precio que hay que pagar por el tiempo de celebración y de ocio. “Rasgarse las vestiduras”, expresión que originalmente significaba "manifestar el duelo" para los hebreos y que se hace entre varias personas al mismo tiempo para rasgar las camisas de los hombres y que las pieles se junten al calor del baile y el alcohol, indispensables también en cualquier ritual. 

 

Entonces, los elementos del Carnaval son estrategias colectivas que suponen formas de expresión y de filiación de la comunidad que participa en ellas, porque ayuda a lo individual a considerarse dentro de una conciencia de pertenencia que se vuelve colectiva y todos son hermanos durante un tiempo que no obedece a la globalización o la modernidad y su lógica de la racionalidad. Es ahí… alejados de las presiones del rol… del “deber ser”; donde las personas se pueden ocupar de la cohesión grupal, de generar oportunidades de expansión de la convivencia con “el otro”, en la heterogeneidad de una comunidad con influencias por género, oro, desplazamiento, negras, indígenas, venezolanas, peruanas, americanas, costeñas…

 

Eso que pasa a cada persona durante el Carnaval de la Gigantona describe en mucho los territorios que somos. Y aunque traducirlo en palabras no puede lograrse del todo, porque al ser una “experiencia sensible” lo que produce no es racional y por lo tanto no se puede describir sin omitir alguna cosa, produce conocimiento. Es decir, mientras la experiencia organizada se puede describir de manera racional, la “experiencia sensible”, entendidas desde el real (el aquí y el ahora) de vivir esa experiencia, es indescriptible porque su soporte es el cuerpo de la gente que lo vive. 

 

Al Carnaval afirmar la interacción entre el cuerpo y el mundo, facilita una comprensión alternativa del aprendizaje desde esa “experiencia sensible”, que sirve como una plataforma multifacética que también educa, conecta y transforma a los individuos dentro de un contexto cultural y social. ¿Y si capitalizamos todo ese conocimiento en las aulas de clase o en los proyectos de formación ciudadana?

 

La Gigantona nos cuida, porque es ante todo un rito por el que el grupo social se reafirma periódicamente. El municipio entero, participe o no del Carnaval, se siente unido por una comunidad de intereses y tradiciones que al juntarse adquiere conciencia de su unidad moral. Gracias a ese encuentro se genera un capital, más del orden del simbólico, que garantiza el bienestar general de “El Pueblo Segoviano” año más. 

 



[1] Centro Nacional de Memoria Histórica. (2023). El carnaval de La Gigantona. Ritual,

memoria y resistencia en el Nordeste antioqueño. CNMH.



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