Opinión
Marzo 29 de 2021
Julio A Rincón - Médico Salubrista- COSESAM.
Después de 1 año de la COVID, que doblegó a la población de la tierra, y ahora que muchos ya se acostumbraron a sus muertes (más de 62.000 en Colombia), esta amenaza sigue vigente.
Sin embargo, hoy sabemos que costumbres tan simples como uso de tapabocas, distanciamiento social y lavado de manos son en un 90% o más, efectivas para su prevención. También conocemos que 8 de cada 10 personas son asintomáticos o con síntomas muy leves, que no les permite identificar su estado de enfermedad y transmisor de la COVID, y así, deambulan por las calles y asisten a nuestro encuentro en forma inocente, ya que no identifican el peligro de contagiar su familia, amigos y vecinos.
Aprendimos, que las aglomeraciones en los comercios (día sin IVA, rebajas y promociones), las reuniones sociales y familiares donde las personas comparten cercanías, alimentos o alcohol con alegría (el alcohol, elimina los centros inhibidores del comportamiento), son escenario donde se descuida el tapabocas y es difícil mantener la distancia, y allí, con enfermos no conscientes de su estado, sucumben meses de prevención y tenemos la cadena perfecta de transmisión del COVID, que puede terminar en fatales desenlaces con la muerte de un ser cercano, y un sentimiento de culpa que nos perseguirá el resto de nuestras vidas.
En la atención en salud, se sabemos que a partir de un caso y con técnicas aprendidas hace décadas, debemos identificar los contactos, aislarlos provisionalmente mientras se confirma o descarta el diagnóstico, y los confirmados deben continuar aislados durante 14 días, tiempo en que deben tener las condiciones de alimentos y apoyo necesario (estado y familia) para permanecer en confinamiento. Al comienzo esta tarea la hicieron los municipios exitosamente. Sin embargo, luego en forma equivocada se entregó esa responsabilidad a las aseguradoras - EPS, y algunas de estas la desarrollan con insuficiencias, o no las hacen, sin embargo, las EPS que cumplen con su tarea pueden mostrar su impacto positivo, disminuyendo la mortalidad excesiva.
El tratamiento en casa es suficiente en el 95% de los casos, y solo requiere el más alto desempeño de la atención en salud publica, ya que exige seguimiento, orientación, tratamiento, y comunicación permanente con el paciente y sus familias, para identificar oportunamente el 5% de los pacientes, que se complican, y así, lograr el acceso oportuno a un centro de atención hospitalario. Sin embargo, en muchos casos de Covid en casa, simplemente están “abandonados en casa”, así, se incuba la tragedia, porque este mal no le permite a los pacientes identificar su deterioro respiratorio y mueren en casa – no atendidos, o acuden a los centros hospitalarios en forma tardía, generando malos resultados en su atención hospitalaria o en UCI.
Ahora vienen las vacunas, que ayudarán en forma enorme al control de la pandemia, sin embargo, no son suficiente como única herramienta, primero porque no tenemos acceso a ellas, los países ricos y con poder de producción acapararán este bien hasta que se tenga producción mundial suficiente (por ello mientras no se tenga esta producción, los privados no deben entrar en su comercialización). Luego, cuando tenemos vacunas debemos desplegar nuestra inteligencia y experiencia en salud pública para vacunar en puestos públicos y privados, con brigadas que recorren la ciudad y el campo, en parques y otros sitios de afluencia. Aunque se exige un listado de prioridad para su acceso, el proceso debe ser simple y no tener barreras, cuando tenemos un paciente que está en el listado, debemos vacunarlo sin importar su asegurador, municipio u otra condición que dificulte su inmunización, a eso hemos llamado hace décadas “vacunación sin barreras” en el programa ampliado de inmunizaciones. Bien, ahora podemos reforzarlo con apoyo de las EPS, de municipios, de la sociedad en general, de agendamiento, con mayor divulgación, con más recursos y nuevos puestos de vacunación etc., pero este refuerzo no deben limitar las viejas y probadas estrategias.
¿Entonces, cuál es la dificultad para enfrentar esta pandemia y su tercer pico que se avecina? sabemos cómo prevenirla, identificar los casos, como tratarlos, seguirlos y actuar oportunamente, y ahora como vacunar la población.
Al final, las medidas restrictivas de movilidad, el confinamiento de la sociedad que ha causado tan grande impacto en la economía y empleo en los países, son complemento cuando la sociedad y sus instituciones informada, respaldada y comprometida no logremos con estas estrategias contener la pandemia.
Parece que las sociedades educadas, equitativas y disciplinadas han logrado controlar la crisis con liderazgo, compromiso y cumpliendo la receta simple, de medidas personales, respaldo a las personas vulnerables, y tratamiento oportuno a los enfermos... pero para ello se requieren gobierno e instituciones respetables y con gobernanza en sus comunidades.
Sin embargo, en Colombia aunque digamos y aplaudimos en los medios de que vamos bien, la situación no lo es. Nuestro problema será de liderazgo, de desconfianza y años de destrucción de nuestro propio tejido institucional? Y por ello, como estado y sociedad tenemos dificultad para realizar estas pequeñas cosas.
Ahora, ¿podemos actuar como sociedad y tomar nuestra propias responsabilidades? ¿Podemos tener el compromiso del estado nacional y local para acompañar y respaldar a quienes requieren aislarse, direccionando los recursos a ellos? ¿Podemos contar con las aseguradoras y sus redes de servicios para acompañar a los pacientes en casa? Además de permitir una vacunación sin barreras ni entuertos burocráticos? ¿Estamos preparados para afrontar una tercera ola de COVID?
*Esta columna de opinión no compromete la visión de Actualidad Metropolitana.
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